La cazadora de osos by Karolina Ramqvist

La cazadora de osos by Karolina Ramqvist

autor:Karolina Ramqvist [Ramqvist, Karolina]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2019-01-01T00:00:00+00:00


Escribo que es en el barco donde ocurre. Supongo que es una especie de concesión al ambiente, aquella primera tormenta y cómo la gran nave avanza bamboleándose por un mar aparentemente infinito, amenazador. Sin embargo, también podría considerarse como una concesión a esa mentalidad que es la causa misma de que hoy no sepamos nada de quién era ella, el hecho de que solo empiece a existir el día que Jean-François de la Rocque de Roberval emprende su expedición con ella a bordo.

Ni siquiera yo hago que exista antes de ese día.

Escribo que es la primera clase de cítara. Están sentados en la cubierta y a su alrededor los trabajos cotidianos continúan como de costumbre, pero eso a ellos no les afecta. Primero él canta la canción para que ella la oiga, y luego le indica cómo tiene que coger el instrumento entre las manos. Ella se siente turbada, él se toma su tarea con la máxima seriedad. Es importante enseñar a la protegida del capitán deleitándola al mismo tiempo, pero también llevar la música a los nuevos territorios. Tiene que enseñarle a colocar los dedos como es debido, de modo que los toma entre los suyos y los cambia de sitio sobre las cuerdas, va poniendo bien las yemas una a una. Damienne va mirando ya al mar ya a ellos dos. El temporal no es aún más que una negrura remota en el cielo, que pende muy baja sobre la línea de flotación. Lo primero que ocurre luego es un cambio en el aire; lo primero es solo un enfriamiento de la luz diurna, y luego viene esa grisura plúmbea que traen las nubes al ocultar el sol. Acto seguido viene la oscuridad, el viento y el látigo de la lluvia que los azota. Sucede rapidísimo. El hombre sin nombre las coge a ella y a Damienne de la mano, ella es la que lleva el instrumento. Los tres se abalanzan al interior del camarote, allí se sientan apretujándose como pueden y continúan tocando mientras la tormenta arrasa la cubierta y a los hombres que hay en ella, los obliga a arrodillarse, y Jean-François de la Rocque de Roberval les grita las órdenes desde el timón.

Se me ocurre que seguramente le esté gritando también a Dios. Que piensa que una tormenta es prueba suficiente, y es como una conversación entre ellos dos. Lo veo ahí en pie agarrado al timón, con la cara vuelta hacia el cielo, y cada vez que la nave da una sacudida parece que la ha provocado él, como si él mismo zarandease la embarcación con toda su fuerza.

En ese preciso instante Damienne tiene que salir, y es entonces cuando sucede, cuando los dos se quedan a solas. Se agarra a él, al brazo, al hombro, a la articulación del codo. Al principio él solo la sujeta, la nave vuelve a bambolearse y va que vuela sobre las olas. Es imposible distinguir los movimientos del barco de los suyos, es como si la tormenta los dirigiera, impulsara a sus manos a tocarlo, a bajarlo de nuevo hacia sí.



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